Cielo concreto presenta un mural colectivo plasmado sobre la extensión de 25 metros de tela a través del pintar en común de un grupo de dieciséis mujeres privadas de la libertad del CERESO Femenil de Nuevo León.
La pintura en tela permite excarcelar la plástica dándole la maleabilidad de exponerla a través de su instalación en forma de un espacio interior que se adapta al lugar específico que la recibe. Este espacio interior es concebido como un pliegue de las fuerzas y las presiones afectivas que el encierro penitenciario irradia sobre sus cuerpos feminizados.
El mural móvil, busca poner en juego la opresión victimizante de la condición de género, considerando el cielo -las pulsiones alegres del porvenir- como una capa más de amurallamiento, un cielo cristalizado y lacado que apenas deja pasar repentinos claros de luz, ni rachas de aire fresco, disponiendo un medio de existencia acechante y ansiógeno, consecuencia de la multitud de obstáculos, preocupaciones, abandonos y tormentos.
Pues el encarcelamiento pulsa sobre la llaga de la condición de género de las privadas, puestas en tela de juicio contra un ideal femenino patriarcal del que se habrían abismado, el de la mala mujer.
La penitencia busca irradiarlas de culpabilidad a través una criminalización y victimización elevada al cubo.
Proceso
Durante tres meses, a través del taller de pintura abstracta impartido por Damián Ontiveros, surgió la necesidad de avivar el cielo alegre sobre el cielo concreto, un cielo que toma el concreto con sus tonalidades aurorales y crepusculares, que se infiltra en su densidad coloreándolo, imprimiéndole temperatura y palpito.
Así fue como las privadas que exponen su mural colectivo comenzaron a pintar en común sobre un concreto imaginario, de tela, para posteriormente hacerlo proliferar hacia las salas de centros culturales y museos donde activar sus gestos sensibles a través de la plástica.
Pintar sobre un concreto imaginario buscando saturar agujeros negros, puntos de transparencia afectiva y encuentro desde los que proponer modos de ver y ser miradas más allá del populismo punitivo criminalizante y victimizante.
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Pintar en común no sólo como una vertiente catártica para sacar los tumultos y las tormentas que se traen desde las yemas de los dedos hasta el esófago, las contracturas y las agrieras.
Pintar en común como un jugar a superponer horizontes al concreto, jugar intuyendo una ampliación para el campo de expresión y producción de deseo.
Pintar en común para farfullar las condiciones colectivas de estos malestares, del peso insoportable de la culpa, de la búsqueda insaciable de redenciones anudadas de una u otra forma a la necesidad del sacrificio, para visceralmente proponer ser miradas desde su condición de mujeres denigradas por el hecho del encasillamiento de no corresponder con el mandato de género.